Los caminos por los que nos suele llevar la vida son extraños. Hay situaciones a las que no les tomamos importancia y luego de algùn tiempo cobran una reverberancia sin par.
Hace unos tres años me encontré ante la tarea académica de ahondar en la vida de algún personaje ilustre de nuestra historia y que haya aportado cuestiones interesantes en materia política, intelectual o artística. Mi trabajo fue sobre José de la Riva Aguero y Osma; sin embargo fue mi segunda opción. En un principio el personaje seleccionado fue el gran y mítico Javier Heraud. El poeta Javier Heraud, el joven Javier, el soñador Javier, el camarada Javier. Mi profesor, que sufría de una miopía no solo física, y por la que llevaba un par de anteojos potos de botella que le hacían ver los ojos del tamaño de un par de pepas de palta, sufría tambien de una cierta estrechez mental, digamos para ser buenos, de una falta de horizonte. Ante mi elección inicial soltó un contundente y sonoro No. No hay mucho que hablar sobre él. PLOP!!Perdón???Que no hay mucho que decir sobre él? En fin... Sin embargo, me empeciné en leerlo, en saber sobre su vida, en enamorarme de la fuerza de sus ideales...hasta que la semana pasada nos encontramos cara a cara.
Tuve la oportunidad de ir a ver HERAUD, el corazón volador(La pasión segun Javier Heraud) y fue una experiencia magnífica. Por eso digo que la vida tiene caminos extraños. Salvando las alucinantes diferencias entre él y yo, me vi reflejado en su vida, en su pasión, en su amor por aquello en lo que creía.
Mi generación-es verdad- es una descreída de la politica, y tiene razón para ser así. Hoy por hoy, pocos estarían dispuestos a sacrificar su vida por un ideal político. Todos nuestros muros ya se han caído. Con todo, más allá de tales o cuales ideologías, Heraud fue un hombre de ideales. Mucha vida para poco cuerpo. Tal vez por eso tuvo que morirse tan joven.
La obra está muy bien dirigida. Hay una suerte de montaje expresivo que se maneja en base a colores y luces. La dramaturgia es precisa, certera, una bala al corazón.
Así salí de la sala: como si una bala me hubiera traspasado el alma, como si una fina daga me hubiera cercenado el cuello, conmovido ante tanta pasión en una sola vida.
Por lo demas, la historia está llena de frases llenas de pulso. Un pulso que nos marca el mismo Javier Heraud desde el siempre, desde el antes, desde el hoy.
Probablemente uno de los momentos más bellos es cuando los personajes se preguntan para qué se escribe un poema: para dejárselo a alguien, para dejárselo a nadie, para ser el centro del universo, para alcanzar la plenitud, para tocar el sol, para ocultarse detrás de él, para no gastar ni consumir la vida en nada...La pregunta está llena de contenido. La respuesta, aún más.
Hoy, la voz de Javier Heraud sigue sonando, talvez ya no por los conceptos de sus ideales políticos, como por la fuerza como se llevan a cabo. Ojalá que aprendamos y conozcamos un poco de él. Tal vez un día podamos decir con pasión como él dijo: "Yo nunca me río de la muerte.
Simplemente sucede que no tengo miedo de morir entre pájaros y arboles..."
Aquí algo más de él...
El Río
1
Yo soy un río,
voy bajando por las piedras anchas,
voy bajando por las rocas duras,
por el sendero
dibujado por el viento.
Hay árboles a mi
alrededor sombreados
por la lluvia.
Yo soy un río,
bajo cada vez más
furiosamente, más violentamente
bajo
cada vez que un
puente me refleja
en sus arcos.
2
Yo soy un río
un río
un río
cristalino en la
mañana.
A veces soy
tierno y
bondadoso.
Me
deslizo
suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber
miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de
día,
y
de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
3
Yo soy el río.
Pero a veces soy
bravo
y
fuerte
pero a veces
no respeto ni a
la vida ni a la
muerte.
Bajo por las
atropelladas cascadas,
bajo con furia y con
rencor,
golpeo contra las
piedras más y más,
las hago una
a una pedazos
interminables.
Los animales
huyen,
huyen huyendo
cuando me desbordo
por los campos,
cuando siembro de
piedras pequeñas las
laderas,
cuando
inundo
las casas y los pastos,
cuando
inundo
las puertas y sus
corazones,
los cuerpos y
sus
corazones.
4
Y es aquí cuando
más me precipito
Cuando puedo llegar
a
los corazones,
cuando puedo
cogerlos por la
sangre,
cuando puedo
mirarlos desde
adentro.
Y mi furia se
torna apacible,
y me vuelvo
árbol,
y me estanco
como un árbol,
y me silencio
como una piedra,
y callo como una
rosa sin espinas.
5
Yo soy un río.
Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.
6
Yo soy el río que viaja en las riberas,
árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,
árbol fruta
rosa
piedra
mesa corazón
corazón y puerta
retornados,
7
Yo soy el río que canta
al mediodía y a los
hombres,
que canta ante sus
tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.
8
Yo soy el río anochecido.
Ya bajo por las hondas
quebradas,
por los ignotos pueblos
olvidados,
por las ciudades
atestadas de público
en las vitrinas.
Yo soy el río
ya voy por las praderas,
hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas,
los árboles cantan con
el río,
los árboles cantan
con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis
brazos.
9
Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días,
que clarear mis ojos
con el mar.
El día llegará,
y en los mares inmensos
no veré más mis campos
fértiles,
no veré mis árboles
verdes,
mi viento cercano,
mi cielo claro,
mi lago oscuro,
mi sol,
mis nubes,
ni veré nada,
nada,
únicamente el
cielo azul,
inmenso,
y
todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas
aguas
apagadas.