Reza algún dicho que la vida es un ensayo para nada, que vamos en este camino intentando formas y maneras de vivir a manera de preparación para un debut que nunca llega. En ese camino, nos equivocamos, nos caemos y nos damos de cara contra la pared, caemos como una papa, y más rapido que volando nos levantamos, nos sacudimos la tierra, y seguimos andando.
Dicen tambien que la edad llamada a cometer esos errores es la juventud, que ella se encuentra plagada de errores y desaciertos, de metidas de pata y yerros en el camino. Todo esto la hace tan fascinante. Digamos que tenemos licencia para matar. Muchos, al ver que esa juventud ha quedado atrás, se sienten profundamente tristes, frustrados y desolados. La licencia expiró y no hay opción a renovarla. Como dice la publicidad de un conocido banco, el tiempo pasa solo una vez. Una vez que ocurrió, no vuelve más, no regresa. Cada momento es único, irrepetible y pleno. La razón, muchas veces para perdernos ese regalo es que vivimos en el lastre del ayer o en el incierto e inexistente futuro. Un futuro que nunca llega, que nunca asoma, al que no se le conoce la cara, pero muchos se hacen viejos esperando.
Cuando la vejez llega- y no me refiero solo la cronólogica- no se puede dar vuelta en U. No hay más. No hay derecho a devolución.
Todo esto me hizo pensar la obra "Mal de Juventud" de Ferdinand Bruckner, dirigida por mi amigo Jorge Villanueva, en el CCPUPC. La obra me hizo recordar aquellas licencias que me di, esas travesuras inenarrables en un blog tan decente como este, las picardías adolescentes y los excesos cometidos. Lo recordé y me reí a solas, y las travesuras se hicieron presentes nuevamente.
Aunque la obra ya no está en escena, recomiendo todas aquellas dirigidas por Jorge Villanueva, sobre todo por la agudeza y por la precisión con que toca diversos temas, sobre todo, los más actuales, aquellos que nos remecen. Y es que si uno regresa del teatro de la misma manera como fue, entonces la obra no ha servido para nada. Lo escénico tiene que desinstalarnos, movernos, inquietarnos. Puede y debe hacernos pensar, sentir. Puede incluso despertar odios y rabias, finalmente, de todo ello se nutre para seguir vivendo.